Desde tempranas horas del día, hombres, mujeres y niños de diversas partes del país se congregaron en Canchán para emprender un viaje espiritual hacia el Santuario del Señor de la Ascensión de Cachuy. Con paso firme y corazones rebosantes de fe, los peregrinos iniciaron su ascenso hacia este sagrado lugar, dispuestos a expresar su gratitud por los milagros concedidos y a renovar su devoción.
El camino, que se extiende a lo largo de ocho a diez horas de caminata, es una travesía que pone a prueba la voluntad y fortaleza de aquellos que lo emprenden. Entre los susurros del viento y el canto de los pájaros, los peregrinos avanzan, nutriéndose con el agua de muña, el mate de coca, la timolina y el agua Florida, elementos que no solo alivian el cansancio físico, sino que también fortalecen el espíritu.
El paisaje, dominado por la majestuosidad de la naturaleza andina, ofrece una vista impresionante que sirve como telón de fondo para este acto de fe. Cada paso hacia la cima del cerrito de Cachuy es una manifestación de devoción, un testimonio vivo de la profunda conexión entre el ser humano y lo divino.
Una vez alcanzado el Santuario, la emoción embarga a los peregrinos. Las lágrimas de alegría y gratitud fluyen libremente mientras se postran ante la imagen del Señor de la Ascensión de Cachuy, ofreciendo oraciones y peticiones con humildad y fervor.
Para aquellos que participan en esta jornada espiritual, el Santuario del Señor de la Ascensión de Cachuy no es solo un destino, sino un lugar sagrado donde encuentran consuelo, esperanza y la certeza de que, en medio de las dificultades de la vida, siempre hay una luz que guía su camino.
Con la promesa de regresar el próximo año y con el corazón lleno de gratitud, los peregrinos se despiden del Santuario del Señor de la Ascensión de Cachuy, llevando consigo la certeza de que su fe les seguirá acompañando en cada paso de su vida .